DEL EDITOR AL LECTOR
Palermo es parte esencial de lo que Borges llamó fundación mítica de Buenos Aires. Donde estaba "la manzana pareja que resiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga". Hoy a esa manzana y a su propia casa las han mudado al Palermo Soho.
Y no es el único caso de mutación. Existen otros Palermos, como el reluciente Palermo Hollywood. Más que un barrio, Palermo es una marca. Que da prestigio y aire de posmodernidad. Muchos cuestionan estos nuevos bautismos con alusiones geográficas lejanas y relativas a otras culturas en una zona tan profundamente propia como ésta. Pero está claro que generaron un boom de negocios.
Ahora quieren exportar el éxito a una parte de Villa Crespo. Las inmobiliarias ya hablan de Palermo Queens, como si Villa Crespo no fuera lo que es y Palermo no tuviera límites. Grupos de vecinos y la Junta Histórica del barrio salieron a frenar la movida (ver: Insólita pelea porque a Villa Crespo ahora la llaman Palermo Queens). Y tiene lógica: en el nombre del barrio están puestas identidades y afectos. A este paso sumarán a Palermo la cancha de Atlanta y el cementerio de la Chacarita. ¿Por qué van a ser menos unas inmobiliarias que otras?
Hay vecinos que prefieren instalarse en el esnobismo, como si decir que uno vive en Palermo Queens generase más estatus y poder que vivir en Villa Crespo. No se trata de postular un nacionalismo verbal. Sí de preservar lo que tiene de atractivo la historia propia de los nombres de Buenos Aires.
Si alguien tiene un cierto sentimiento de inferioridad por vivir en Villa Crespo lo mejor es que lo resuelva de otro modo y sin cambiar el nombre de su barrio. A fuerza de ponerle Soho, Hollywood y Queens, en cualquier momento Palermo dejará de llamarse Palermo.
Ricardo Roa
EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
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